ARRAIGO Y DESARRAIGO, una aproximación intuitiva…


ARRAIGO Y DESARRAIGO, una aproximación intuitiva…

Si observamos la imagen de un caserío edificado en estos tiempos o después de la mitad del siglo XX, encontraremos una imagen que desborda marginalidad, pobreza, abandono, caos, violencia, peligro, conflicto, inseguridad y frustración, en resumen, fealdad… sin embargo la imagen de un caserío generado antes del siglo veinte, si consiguió preservarse, la mayoría de las veces configurará un panorama pintoresco, - en la acepción de que la imagen merecería ser capturada en una pintura por su expresión significante-; que hará reconocible un lugar determinado, producirá evocaciones, además, narrará vínculos con la naturaleza y el cielo, con las creencias y tradiciones de quienes lo habitan o habitaron, incluso adquiere la muchas veces desafortunada condición de atractivo visitable…

Es algo que todos vemos, incluso nos promueve una actitud turística en esos lugares edificados en el pasado y vemos con horror lo que ahora se genera, culpando a los habitantes, a la pobreza, la ignorancia, y lo más curioso, se habla de falta de arquitectos cuando ni lo actual ni lo pasado ha sido soportado por la participación de estos. De forma curiosa, las escuelas de arquitectura suscitan ejercicios académicos con intervenciones promoviendo caseríos en llamados relingos o espacios libres, en zonas no edificadas de los entornos urbanos, como si en la realidad existieran esos encargos; y lo más divertido de todo, como si los juegos volumétricos de los estudiantes incrustados en lujosas maquetas modeladas  en cartón o madera con una topografía homogeneizada, a 2 colores con los volúmenes agregados, fuera algo cercano a la realidad en cuanto a costos y procesos edificatorios y no puramente un ejercicio escultórico y abstracto que evade la realidad y asume un rol publicitario y curricular para quienes promueven esas farsas.

Como he comentado en diferentes escritos, fue en el siglo veinte que se asumió que era un compromiso de los gobiernos producir la vivienda de forma masiva y las propuestas surgieron en base a los experimentos de Bauhaus y a los postulados de Le Corbusier en los planteamientos de la carta de Atenas de la primera mitad del siglo veinte, generando el concepto de multifamiliar como barcos que en lugar de camarotes se componían por viviendas y servicios, liberando el mayor espacio posible del territorio a la naturaleza y a la circulación vehicular, llamadas “Ciudades radiantes”, evidentemente la utopía tardó muy poco en terminar.

Fueron también arquitectos, quienes a finales del siglo 20, desde la teoría apelaban a la necesidad de ”humanizar” por medio de evocaciones "históricas" entendiendo que la vivienda no podía interpretarse como una maquina pragmática únicamente, que faltaban simbolismo y expresiones de identidad, eso devino en mantener los programas de espacialidades en los edificios pero disfrazados en la fachada de lo pintoresco, de suelo promoviendo como algo que nos rescataba de la modernidad la vivienda de pocos niveles pre dirigidos por un reglamento seudo contextual.

El año 1985, uno de nuestros terremotos terminó de sepultar la era de los multifamiliares como un compromiso arquitectónico con el habitar y la ciudad, cuando por corrupción muchos de esos edificios, mal construidos, se vinieron abajo. La suma de esto, con las críticas desde la teoría que  también se apelaba a que la convivencia humana únicamente podría darse a ras de suelo y la necesidad de reconstrucción que genero el sismo, devino, en especulación alejando totalmente en la producción de la vivienda lo arquitectónico, quedando en manos de los especuladores inmobiliarios. La cual una vez que apretó al máximo posible el costo de la obra, encontró que el negocio, quedaba restringido a la escala, pero principalmente, a la especulación con la tierra o sea territorio de políticos.

Sin embargo, los caseríos caóticos siguen naciendo porque la especulación ha llevado lejos del trabajo sus ofertas indiferentes a la vida y la realidad…

Pero además de lo anterior. ¿Por qué la auto construcción de antes producía una experiencia placentera llena de paz y hoy NO? ¿Qué nos pasó? ¿Qué tenían los paisanos de ayer que hemos perdido los de hoy?
Yo creo que lo que nos arrebataron fue el TIEMPO, tiempo de “ser” en nuestro lugar, de HABITAR, tiempo de vernos a nosotros mismos y aprender a amar nuestra realidad, -nuestro estar-; tiempo para crear vínculos con nuestros cercanos, lo que nos rodea, arboles, aves, ratones, la tierra, el cielo, las memorias, los vecinos…
Así, también empezaremos a amar, el piso que nos permite estar, los muros que nos cobijan, las cubiertas que nos protegen, los vanos que nos dejan ver y permiten entrar en nuestra intimidad la luz, el viento y los sonidos que nos HACEN y nos -ARRAIGAN-, cuando todo lo que nos rodea se vuelve parte de nosotros y nos reivindica. Eso que nos permite dejar de querer ser lo que no somos…


"El desarraigo es simplemente aquello que nunca tuviste tiempo de disfrutar, sembrar, cuidar o criar... básicamente amar"

Ricardo Pinelo Nava